Aunque cueste creerlo, una gran parte de la humanidad de hoy, ya no lucha, ya no cree, ya no ama intensamente.
Se disuelven en mentiras, en maldades, en
soberbias.
Sobreviven con el frío desolador de la
indiferencia.
Cambian lo real por lo banal; buscando
incansablemente aparentar, en lugar de aceptar su vida tal y como es.
Se engañan a sí mismos. Se traicionan cada
día y cada día traicionan los valores que un día fueron importantes.
El cuerpo perfecto se convirtió en una
meta. La belleza extrema es el afán de cada día.
Caminan sin rumbo y sin sentido, buscando
algo que consuele la frustración de verse encadenados a sus malas decisiones,
las cuales muchas veces pasan facturas con precios de dolor.
Sonríen falsamente, porque es más fácil,
que describirle a los demás el infierno que llevan dentro.
Son esclavos de máquinas que poco a poco
consumieron relaciones y momentos que algún día valieron oro…
Y por un poco de dinero, son capaces de hacer a un lado
sentimientos.
Pareciera una mentira. Ojalá estuviera
equivocada y esto que hoy escribo fuera solamente un vano pensamiento. Sin
embargo el sol no se oculta detrás de un dedo. El tiempo de creer en nubes de
algodón pasó. La realidad se transmite cada día en nuestros ojos, y a cada
minuto en alguna parte, alguien a su manera está viviendo su propio fin del
mundo.